miércoles, 21 de diciembre de 2011

Aquí y Ahora

Es sumamente díficil comprender el aquí y el ahora, sobre todo cuando vivimos en una sociedad plagada de urgencias, donde el fenómeno de la comunicación dejó de ser un instrumento y se convirtió en obsesión en masa.

Para las artes marciales tanto como para la vida en general, debemos estar en cuerpo, espíritu y corazón en el momento, es decir, convertir el instante mismo en vida en el Keyko, estar presentes ahí donde el maestro nos está regalando una parte de su conocimiento, estar ahí al momento del AJIME en un randori donde el otro compañero nos está dando la oportunidad de practicar lo que hemos aprendido.

No es tarea fácil quedarse cuando los demás se van, no es tarea fácil continuar cuando los demás claudican, las artes marciales son un camino y no todos están dispuestos a recorrerlo, pues no es un camino ancho ni lleno de flores, ningún camino donde se forje la voluntad férrea es fácil. Los grandes guerreros tuvieron que luchar no sólo con distintos enemigos exteriores sino contra ellos mismos y llegaron a comprender que la concentración de estar presentes en el aquí y ahora es fundamental en un combate, así como en sus vidas cotidianas.

Nada es tu fortaleza física sin tu mente en el tatami, nada es tu mente sin tu espíritu en el Dojo. Nada eres tú sin tu mente y tu espíritu en el entrenamiento, sólo un cuerpo indemne haciendo ejercicios repetitivos sin alma que lo sostenga.
La rutina del aprendizaje es tediosa y hasta se torna monótona en cierto momento, pero eso pone a prueba el compromiso y la fuerza de voluntad del practicante, es un proceso largo e intensivo donde como resultado se van eliminando los malos hábitos corporales y mentales y la voluntariedad del alumno. La dura disciplina no puede separarse del desarrollo mental y del auténtico crecimiento espiritual.

Decía  O Sensei  Ueshiba que aunque no todos lleguemos a alcanzar este objetivo (el de la maestría espiritual), no obstante el elemento crucial es el entrenamiento fuerte que no tiene principio ni fin, mientrás se esté en este camino, la realización íntima se manifestará en el momento menos esperado.
Y para finalizar recordemos que no se practica artes marciales para llegar a una victoria, en los tiempos de los samurais el objetivo era vencer en las batallas, pero las victorias tienen corta vida, cesa rápidamente y desaparece, uno puede regocijarse en ellas, pero no es la finalidad, pues no se entrena duramente para obtener un fín tan evanescente como una simple victoria en un combate. 

Para recorrer la vía del budo y obtener la maestría espiritual, ésta se encuentra en la búsqueda de la perfección como ser humano física y mentalmente, a través del entrenamiento constante y de la práctica de las artes marciales con espíritu afines.