sábado, 20 de julio de 2019

Sin tatami

La vida en el tatami...cuando hay

Resulta que en estos tiempos, donde los figurines y cuerpos de maniquí están de moda, es difícil estar a la altura de los conceptos preconcebidos de la gente respecto al físico, creen que si practicas algún arte marcial debes de tener el cuerpo de Stallone, Van Damme y similares.

No saben acaso que la fortaleza que tiene el cuerpo de un practicante de artes marciales no viene de su físico, sino de su voluntad férrea, el entrenamiento físico es solo una pequeña parte de un todo, no es el cuerpo llevando al artista marcial, es el espíritu guerrero llevando al cuerpo y a la mente a sus límites, es el espíritu el que lleva al borde del precipicio al cuerpo.

Más de una vez nos topamos con ese precipicio. Qué hacemos si no hay tatami sensei? preguntan asustados los kohai, sencillo contesta el sensei, para entrenar Karate solo necesitamos tener un cuerpo y aquí están todos, vamos a entrenar sin tatami, a lo tradicional, ante la vista atónita de todos. Perfecto. 

Duelen los pies el cemento duro, si es que tenemos la suerte de que haya piso, de lo contrario, la tierra te hará trizas. Eso es estar en contacto con la naturaleza, el verdadero Budo, la firmeza de tu espiritu y la nobleza del alma se conjugan para terminar el entrenamiento a cabalidad, sin trampas.

Para los más nuevos es toda una experiencia, para los perezosos es una tortura de principio a fin, para los que desean aprender es una bocanada de aire fresco y para el Maestro es una lección más, pues el maestro aprende conforme guía a sus kohai a ser mejores cada día.

El sudor, los dolores, las ligaduras, el miedo, la inseguridad, etc, todo eso desaparecerá con el tiempo, eventualmente, en unos años, entrenar sin tatami será algo maravilloso donde encontrar el verdadero BUDO, la esencia del Karate Do. Así que la próxima vez que no haya tatami para entrenar, no te asustes, al contrario, alégrate porque vas a poner a prueba tu verdadero camino marcial.

martes, 2 de abril de 2019

Huellas


*la autoría de este artículo es de un compañero de artes marciales*

Llegue a esa universidad de dos pisos, de andenes medio sucios con aulas de vitrina en las que se exhibían profesor y estudiante.  Al pasar podía ver de vez en cuando uno que otro copiarse del compañero,  sin que el profesor se diera cuenta.
En el segundo piso al final del pasillo se encontraba un profesor, a quien en la  lengua japonesa tradicional le llamamos de otra manera, “SENSEI”. Obvio ese no es su nombre.  Él se llama Pablo Acuña.
Hable con él para saber de las clases que el impartía, y por su vestimenta sabía que no era de medicina.  Me explico con el entusiasmo que lo caracteriza y que no pierde nunca, que eran clases de Jiujitsu tradicional.  Añadió que si quería podía quedarme viendo la clase y saber de qué se trataba. Si me gustaba lo que veía podía regresar el siguiente día a practicarlo.
Él es de las pocas personas que he escuchado que hablan con tal determinación y entusiasmo, a tal punto que te terminan vendiendo el producto.  Mas él no era vendedor y con el tiempo me di cuenta que no le interesaba venderte sus clases.  Eso se los digo después sí.
“Bueno”… -Dije-.
Aquí voy… Esta va a ser mi escuela, “BUDOKAN”.
Para uno es el “dojo”, para mí como mi segunda casa.
Empiezas como un bebe, quien empieza por arrastrarse, luego gatea, después das tus primeros pasos, aprendes a caminar y terminas “corriendo”. Claro está, que en el jiujitsu no se corre, es el arte de la flexibilidad.  En mi caso por más de 4 años ha sido un estilo de vida.
El Sensei ha sido una de las pocas personas influyentes en mi vida, y siempre que esas personas se topan  con vos lo que quieres es ser como ellos, seguir sus pasos.
En este caso ser “Jujistuka”, para muchos es ser loco. Para nosotros que nos apasiona compartir ese tipo de locura se vuelve probablemente adicción, he insisto “mi estilo de vida”.
Conforme fue pasando el tiempo te das cuenta que la adrenalina y el sudor que dejas en el tatami es muy poco y necesitas destruirte la vida, y caer desmayado hasta el cansancio.
Así es, queríamos más.
¿Se acuerdan de la locura y el entusiasmo que caracteriza al sensei? Ok, entonces a este mismo se le ocurrió la brillante idea de que corriéramos.
Así mismo empezamos hacer trail. Trazando rutas que medio conocíamos, bueno el, para mí era todo nuevo.  Empezaron las carreras de 5km por las calles de Managua, carreas nocturnas, y así empezaron a ser nuestros fines de semana, en donde preferías correr hasta llegar al cansancio en donde tu mente te dice que puede correr más pero tu cuerpo no te ayuda, en un sendero con algunos grados de dificultad como cuestas interminables; que un asado con doña Antonia y su prima la tal Victoria.
Realmente no buscábamos un nombre cuando incursionábamos esto. Porque lo que nosotros hacíamos era practicar el arte de la flexibilidad. Muy seguro podíamos dejarte un brazo flexible hasta que el medico te enyesara. Pero no es esa flexibilidad de la que hablo, es del jiujitsu como un arte marcial, pero debido a que lo fuerte de nosotros era el trail, porque no ponerle “Correcaminos”.
Con ese apodo llevamos un año, corriendo en eventos, carreras, retos, competencias internacionales  y abriendo caminos en este nuevo mundo del running. Tratando de dar siempre nuestro máximo y sobre todo la sensación de haber dado lo mejor en cada carrera.
Porque eso es lo que queremos.
¡Que vean las huellas que van dejando los correcaminos!
Ricardo Meneses